EL GREMIO LIDERADO POR HUGO MOYANO ENFRENTA UNA PROFUNDA CRISIS INTERNA, MARCADA POR DISPUTAS ENTRE PADRE E HIJO, PROTESTAS POR SALARIOS IMPAGOS Y UN DÉFICIT MILLONARIO EN SU OBRA SOCIAL, QUE PONE EN JAQUE LA ESTABILIDAD DEL PODEROSO SINDICATO ARGENTINO.
El Sindicato de Choferes de Camiones (Camioneros), uno de los gremios más influyentes de Argentina, atraviesa un período de turbulencia sin precedentes. En el centro del conflicto se encuentra la fractura familiar entre Hugo Moyano, histórico líder del sindicato, y su hijo Pablo, quien hasta hace poco se mantenía alejado de las operaciones diarias. La pelea, que se arrastra desde hace cuatro años, escaló recientemente con episodios de violencia y acusaciones cruzadas.
Todo comenzó con críticas de Pablo hacia su padre por el manejo financiero de la Obra Social de Choferes de Camiones (OSCHOCA). Mientras esta entidad acumula un déficit superior a los 26.617 millones de pesos en sus seccionales del interior —y posiblemente hasta 50.000 millones en total—, la empresa gerenciadora IARAI, propiedad de Liliana Zulet (esposa de Hugo), mantiene un balance positivo. Esta disparidad generó tensiones que derivaron en una purga interna: Hugo despidió a dos dirigentes sospechosos de una estafa millonaria en un hotel sindical en Mar del Plata, lo que afectó a aliados de Pablo, como Marcelo Aparicio.
La crisis se materializó en violencia física. Durante un torneo de fútbol en el Club Argentino de Merlo, facciones leales a Hugo y Pablo se trenzaron en una brutal pelea a puñetazos y patadas, sin armas pero con extrema agresividad. Este episodio expone la división profunda en el gremio, con asambleas donde se amenazó a "traidores" y pintadas callejeras pidiendo el regreso de Pablo: "Pablo Moyano volvé, los trabajadores te necesitan".
OSCHOCA, con unos 190.000 afiliados, está al borde del colapso. Hay demoras en prestaciones médicas, suspensiones de cirugías y protestas en sanatorios como los de Avellaneda, San Justo, Villa Martelli y el Antártida de Caballito. Empleados reclaman salarios atrasados —en algunos casos, solo se pagó la mitad— y condiciones laborales precarias, con renuncias masivas de profesionales y caos administrativo. Afiliados migran a otras coberturas, agravando el rojo financiero que arrastra desde hace cuatro años.
Pablo reapareció recientemente en un video apoyando reclamos en la rama de Aguas y Gaseosas, posicionándose como secretario adjunto para "recuperar puestos de trabajo perdidos". Mientras, Hugo presiona con reclamos históricos, como la "Ley Moyano" para recolectores de residuos en CABA, en un intento por inclinar la balanza interna.
Esta guerra familiar y financiera amenaza el legado del clan Moyano, con investigaciones judiciales por desvíos de fondos y una pérdida de legitimidad que podría marcar el fin de una era en el sindicalismo argentino.
